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La Fura dels Baus presenta: SUB espectaculo a 2m bajo el agua

LA FURA DELS BAUS PRESENTE:

 S U B (ESPECTACULO A 2 METROS BAJO EL AGUA )

 duracion: 70 minutos.

aforo : 500 personas SUB

...de submundo, de subterráneo, de submarino, del mundo oscuro y clandestino, del mundo aplastado y dominado por las reglas y la técnica, que por esa misma razón guarda celosamente algún secreto y protege en su interior una chispa de vida. SUB es una puesta en escena de las fuerzas contradictorias del hombre. Su permanente tentación de dominio y manipulación que lo arrastra indefectiblemente a la destrucción de la naturaleza y de sí mismo. Pero también la gran pulsión de vida que alberga en su interior, a menudo a pesar de él mismo, como una pequeña llama escondida entre las tinieblas al acecho del próximo renacimiento. En estos tiempos en los que las noticias ácidas de las guerras y del desastre ecológico no paran de llover encima de nuestras cabezas, no se trata de subir al cielo sino de todo lo contarrio ir a la matriz de la tierra para buscar ahí un refugio, una reconciliación, una plegaria...

poster y fotos SUBvideo SUB

El hombre vive abducido por una espiral destructora que abarca la explotación irracional de los recursos y su propio exterminio como especie. Una suerte de antropofagia que no tiene visos de terminar, a tenor de la presente situación política y social. Para llevar a escena tales inquietudes, La Fura, -una compañía espoleada desde sus inicios por el inconformismo-, ha tenido que inventar su propio cosmos y pervertirlo, viciarlo, después. La gran particularidad del montaje es que ese proceso se ha desarrollado en la bodega metálica de un barco: la fórmula ideal para abstraer a los espectadores de cualquier realidad que no sea la inmediata, de enajenarlos, tal y como lo hace con cada individuo, -con cada ciudadano- la sociedad en la que se inscribe.

El Naumón es un viejo rompehielos noruego que La Fura compró en 2003 «a precio de chatarra» para convertirlo en un «escenario flotante» que les permitiera desarrollar esa tarea de distorsión sensitiva que requería sus ideas. El público se ve obligado a descender hasta situarse unos metros por debajo de la línea de flotación. Allí, en el plató de sus entrañas, cegados por la oscuridad, a merced la compañía, los asistentes se sumergen, literalmente, en un mundo desligado de la tierra, forjado de cuadernas metálicas y de «cicatrices del tiempo».

 Ficha técnica:

ACTORES: Zamira Pasceri, Samuel Delgado, Oumar Doumbouya, Irene Estrade y Younes Bachir

TÉCNICO DE LUCES : Xavier Arana

TÉCNICO DE sonido : Raul Fernandez

MUSICA: J S. Bach, Big Toxic y Oumar Doumbouaya

TEXTOS: Ahmed Ghazali y Rafael Argullol

DIRECCIÓN ESCENICA: Younes Bachir y Carlos Padrissa

PRODUCCIÓN : Isabelle A. Preuilh

COORDINACIÓN : Adria B. Guadagnoli

TRIPULACIÓN: capitán: Eduardo Rodriguez Quiles, oficiales puente : Marc Reig Creus, Lluis Valenciano Oficiales máquinas: Francisco Rodriguez ( maquinista) y Enrique Garcés

Engrasador, Diego Garrido, marineros : Andreu Vidal, Jon Kepa Munitiz

Los directores de la Fura dels Baus son: Miki Espuma, Pep Gatell, Jürgen Muller, Alex Ollé, Carlus Padrissa i Pera Tantiñá

CRITICA DE SUB DE LA VOZ CADIZ Antítesis del crucero. La Fura confirma su talento para la provocación con 'SUB', el montaje que presentó ayer en Cádiz. IMPÚDICO. La Fura ejecutó un espectáculo descarnado.Con un grupo que ha creado marca y leyenda a un tiempo, que ha sublimado la provocación hasta convertirla en una pantalla en la que puede colgar cualquier mensaje, lo mejor es dejarse llevar. La mayoría de los espectadores cae en la tentación de buscar un sentido a cada imagen, de dar con un nexo común que convierta en guión todos los excesos que ha visto, de buscar una frase con la que mantener una conversación a la salida, pero esto es como una canción en otro idioma, como un cuadro, como un vestido, como un paisaje. Transmite o no. Conmueve o deja indiferente.

Los 500 afortunados que pudieron ver ayer los dos pases se asustaron, se asquearon y se inquietaron de principio a fin. Así que la compañía triunfó, otra vez. De sentir, de cabrearse, acojonarse o inquietarse se trataba, no de comprender ni racionalizar. La Fura del Baus ofreció anoche en Cádiz dos pases de uno de sus últimos montajes, SUB, y demostró que conserva intacta la capacidad para impresionar que le convirtiera en referencia del teatro europeo de vanguardia allá por los 80. A bordo del viejo navío Naumón, salvado del desguace para devolverle a la vida como teatro flotante, los actores de la compañía catalana se sienten a sus anchas entre tanta estrechez. Bajan al público de la mano, como acomodadores, entre linternas, a la bodega (algo menor que una pista de baloncesto), pretendidamente herrumbrosa pero con una dotación técnica y de tramoya que ya quisiera la mitad de teatros convencionales españoles. En ese claustrofóbico escenario conviven intérpretes y receptores, predispuestos al respingo desde el principio y, aún así, impresionados a cada paso en un espectáculo que apenas sobrepasa los 60 minutos.

 Almas en pena. Sin escatimar recursos audiovisuales (pantallas a cada extremo) y escenográficos, los espectadores comienzan sentados en el suelo, pero pronto se ponen de pie para moverse de un lado a otro, buscando a los actores, huyéndoles, temiendo que les salpiquen agua, pintura, orines de atrezzo y fingidas almas en pena. La acción dramática se sucede en las paredes, desde el techo, a ras de suelo, en una premeditada oscuridad, rota cuando conviene. La Fura consigue desde el principio que los espectadores, como los actores, se sientan presos en la barriga de un barco, como si fueran esclavos romanos o inmigrantes subsaharianos hacinados en un carguero. Se les habla, o se les escribe en las pantallas, de infecciones, enfermedades, violaciones, hambre y explotación. Entre los asistentes aparecen temibles negreros, subidos a zancos metálicos como piernas de un diabólico macho cabrío, que tratan como ganado a los presentes. A los que se les rebelan (actores que se hacen pasar por público) se les cuelga desnudos (literalmente) de una soga que cae del techo. Suena Bach en un órgano y la belleza de la música aún resalta más el horror que se contempla, igual que la sangre destaca más sobre guantes blancos. Primer vuelco al corazón y primera de esas imágenes imborrables, sobrecogedoras que sólo tienen valor (sinónimo de valentía, pero también de talento) de hacer una compañía de tal nivel escénico y creativo. En la fase media del montaje, las miradas vuelven a levantarse. Dos actores luchan en el aire y, de una de las paredes, surge una pecera humana, con el tamaño de una ventana, en la que uno a uno van entrando intérpretes que, además de angustiar, acaban bañados en sangre y no en agua. De fondo, un discurso que parece declamar un personaje de Orwell, recuerda que los seres humanos descendemos de un pez que alguna vez saltó del agua. Segundo mensaje: no somos nadie. Es decir, igual al primero. ¿O no hay mensaje? Da igual.

El personal da pasitos cortos y nerviosos de un lado a otro, para ver, para huir, para comentar y vomitar la tensión con palabras. La siguiente pieza del montaje, de las performances concatenadas, habla del derroche de recursos naturales. El agua se nos acaba. Pantallas y altavoces cuentan un relato situado en Australia, en un futuro cercano. El sagrado líquido se ha terminado y los gobiernos ordenan consumir cualquier tipo de agua residual, previamente tratada con una pastilla potabilizadora. Ese discursito, que podría quedar en topicazo ecologista para tribus culturetas, adquiere otra dimensión para La Fura del Baus. Un actor se saca el pene en el escenario, ante todos los presentes y sin ninguna espera (hay que ser un gran actor para lograrlo), mea dentro de una garrafa. Después, le echa la pastilla potabilizadora, le coloca una manguera y empieza a regarla sobre otros intérpretes, o los que estén por medio, que ruegan por una gota de líquido para sobrevivir. Mensaje posible, como sigamos así, acabaremos comiendo piedras y bebiendo de eso. Claustrofóbico. A esas alturas, con una escena tras otra, a veces simultáneas en dos extremos de la bodega, el entusiasmo se ha desbordado. Los más claustrofóbicos e impresionables, se han refugiado; los demás, la mayoría, desenfunda teléfonos móviles, cámaras y todo lo que tiene a mano para inmortalizar imágenes que sólo se les ocurren, que sólo son capaces de ejecutar, gente como la que forma La Fura, en una obra que, de paso, es una exhibición de forma física y atletismo teatral.

 

Todavía queda más. Para presentar la última imagen sobre la degradación humana, sobre lo que nos regalamos unos a otros, sobre lo que nos puede esperar si no enmendamos, tres de los actores son envasados al vacío. La expresión también es literal. Con sacos de dos metros de alto por uno de ancho, los intérpretes son envueltos en bolsas transparentes a las que se les elimina el aire, como si fueran cuarto y mitad de chopped de pavo. ¿Mensaje? Ni idea pero corta la respiración, asombra que se les haya ocurrido y provoca el aplauso como ejecutan tan descabellada idea. Pueden permitírselo todo, porque nunca dejan de sorprender. Mojados, manchados y espantados suben los espectadores hacia la superficie. Atrás queda la bodega del horror en la que cada cual ha visto imágenes nuevas que, sin embargo, recuerdan pesadillas viejas: esclavitud, ejecuciones, humillación, explotación Que cada uno elija.?

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